Ene, tene, tú

10 de Abril de 2021

Una calleja, mal iluminada por raquíticos faroles, resuena con los pasos leves de una joven pareja.
El hombre, con una pequeña tarjeta en la mano, se acerca a una débil farola para leer.
—Aquí dice “Guayaquil 230” —dijo el mientras soltaba el vaho de un cigarrillo.
Una pequeña mano enguantada le quitó la tarjeta y la acercó a una nariz enrojecida de frío.
—Si, “Guayaquil 230”, —dijo ella— “Habitaciones con baño privado” —luego la mano dibujó arabescos en el aire mientras apuntaba a una casona y otra.
—¿Quieres entrar a una casa así?, ¿a la suerte? —dijo él apagando la colilla en el húmedo suelo.
—Ene, tene, tú, —respondió ella y dejó el brazo extendido y rígido apuntando hacia una escalera que terminaba en una puerta blanca.
—Así te elegí a ti —agregó la muchacha, mientras, con los brazos extendidos, daba lentas vueltas de trompo que dejaban ver bucles de oro bajo una gorra de lana.
El detuvo la frágil peonza para abrazarla con fuerza.
—¿Lo dices en serio? —preguntó tomándola de las mejillas.
—Si, y si ahora te separas de mí no volverás a verme —respondió ella abrazándolo con fuerza.
—Nunca, nunca me separaré de tí —dijo el tratando de buscar su boca.
Ella retiró su cara y le respondió con cara muy seria.
—No dije nunca, dije ahora.
—¿Qué? ¿Vamos a estar pegados?
— Sí —dijo ella asintiendo con la cabeza.
—¿Y cómo vamos a movernos? ¿Cómo vamos a entrar?
— A saltitos.
—¿Así? dijo el riendo —mientras daba un pequeño salto pegado a ella.
De cinco saltos llegaron a la base de la escala. Luego a saltitos, de uno en uno, subieron los tres escalones.
El estiró un brazo para alcanzar el timbre.
—No lo toques. —dijo ella— Es decir si quieres lo tocas, pero no lo presiones.
El brazo titubeó a punto de devolverse.
—No entiendo —dijo él.
—Si buscas entender puedes irte ahora. Si quieres instantes eternos conmigo entonces deja tu mano rozando el timbre y tu alma en mi regazo.
El brazo tembló, luego se relajó. La palma de la mano, con el dedo aún apoyado en el timbre, se volvió ligeramente hacia arriba sintiendo como todo el cielo descendía y se depositaba en ella.