El sol de ayer

Son lentejuelas
en tu piel
las que titilan como estrellas
cuando sales de entre las olas.
Ligera como una cíngara
vuelas hacia mi
para fundirte en mi cobijo.

Tu mirada, posada en el sol poniente
Se deleitó en danzas de viejos mundos
que entonaron tus húmedos labios:
“El sol de ayer
nunca fue
y el sol de mañana
jamás vendrá.
El sol de este momento,
es todo el sol
que necesitamos de alimento.”

Sí, así fue,
porque eclipsaste el sol
cuando recogiste tu cabello
soltando chispas de luz y rocío
como cascadas de año nuevo.
Cómo no izarte al reino del aire
A tí
cumbre de mis delirantes sueños.

Por tí
tiré las piedras de mis bolsillos.
Por tí
deshice el glacial de mi frente.
Por tí,
abandoné todo lo que fui.

Quizás nunca te dije
tanto y más
de todo lo que hice por tí.

Me dolió y lo sabes,
pero seguí dejando y soltando.
Ahora si
esta vez si
por el fresco sabor de dejar.

Me enseñaste a atesorar los momentos
No a tí.
Pero eso te dolió.
No a mi.

Te dolió que ya no me doliera el dejar ir.
Más aún te dolió
imaginar que tu ausencia no me dolería.
Nunca me preguntaste si así fuera.

Una mañana de escuálido sol
descolgaste tu ropa
de los clavos de la puerta
y partiste
arropada en silencio.

Nadie ha vuelto a cubrir esos clavos,
y a veces, de noche,
me descubro
que los beso y muerdo.

12 de Abril de 2021