Somos nuestro entorno

El nuevo obispo fue a visitar un lejano monasterio de su jurisdicción. Al llegar fue atendido con gran respeto y se le ofreció oficiar la misa vespertina.
Estaba en mitad del ritual, dando su sermón, cuando escuchó una voz que decía: “Somos nuestro entorno”. El obispo continuó y la voz anónima volvió a decir: “Somos nuestro entorno”. Quedó algo confundido, y la voz volvió a repetir: “Somos nuestro entorno”.
Terminada la ceremonia, fue tras uno de los monjes que se retiraban y le preguntó:
—¿Quién habló durante la misa?
El monje lo miró a los ojos, agachó la cabeza y se retiró retrocediendo lentamente.
Buscó a otro y sucedió lo mismo: el monje le miró, sonrió, se inclinó y se alejó.
El obispo volvió a la capilla, pero ahí solo quedaba un viejo y encorvado fraile que con una varilla apagaba los cirios.
—Dígame, hermano, ¿quién habló durante la misa?
Él lo miró a los ojos con una sonrisa y le respondió:
—Por favor, señor obispo, no bromee con este anciano servidor.
—No estoy bromeando, ¿Quién habló en la misa?
—Usted habló en la misa, Su Excelencia.
—No hablo de mí. Me refiero la persona que dijo tres veces “Somos nuestro entorno”.
—¡Aahhhhh! Si lo escuchó a él, entonces él y todo esto es su entorno; si prestó atención al significado puede que su entorno sean esas preguntas hambrientas que nunca se sacian. Pero si lo sintió como un remezón en los huesos es porque quizás fueron solo tres campanazos; nos recuerdan que podemos entrar y salir de nuestro entorno.