La vez anterior no había aprendido mucho, quizás lo único que supe con claridad era que había un secreto, o quizás varios. Así que fui a consultar al que parecía saber más.
—¿El secreto de la vida? —me dijo— ¿Eso quieres aprender?
—Sí. —le respondí.
—Bien. Te daré un trabajo en el cual tendrás la posibilidad de aprender ese secreto.
—¿La… posibilidad? —dije sin comprenderle.
—Todo es una posibilidad. Incluso el aire es una posibilidad y sólo es una certeza cuando lo respiras. Pero…, ¿Quieres el trabajo o no?
—¿Qué tipo de trabajo? —pregunté.
—Serás impresor.
—¿Impresor? ¿Voy a usar alguna máquina?
—Como se trata de aprender, usarás tus propias manos. —dijo él.
—¿Impresor manual?
—Sí, de serigrafía, para eso usarás un marco con tela y una espátula.
—¿Y qué diablos voy a hacer con esas cosas? —repliqué.
—Puedes imprimir de todo y a la vez imprimir tu propia vida.
—¿Y qué voy a aprender con eso?
—Aprenderás que, si imprimes distraído, tarde o temprano las cosas saldrán mal, pero si imprimes atento hay más posibilidades de que las cosas salgan bien.
—Pero eso no es aprender sobre la vida. —afirmé.
—Justamente de eso se trata aprender sobre la vida. —dijo el— Observarás que cada pasada, cada movimiento, cada pensamiento es una impresión en la vida.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Yo fui impresor. —respondió.
—¿Ah sí? Bueno, manos a la obra entonces ¿Y… algún consejo útil antes de partir?
—¿Estas bromeando? Vete ya que no hay nada más útil y valioso que poner manos a la obra.