16 de Agosto de 2022
En la Antártida se resquebrajó una placa de hielo del tamaño de Mónaco mientras yo estaba como idiota, a la salida del metro, cuidando un puesto callejero de venta de chocolates que no era mío y que además era ilegal.
Le había pedido una barra a la chica que atendía, y al entregármela, me dijo que le cuidara su negocio mientras ella iba por el cambio. Cuando la perdí de vista me di cuenta de que podía ir preso con una caja de cartón y cuarenta barras de chocolate.
Estaba pensando cuantas barras se necesitarían para sobornar un policía cuando una atractiva mujer de vestido verde me dijo:
–Quiero dos
–¿Chocolates? –pregunté
–Por supuesto, ¿o acaso vendes droga?
–No, no vendo droga.
–Entonces véndeme dos chocolates.
–No vendo chocolates –le dije
–Regálame uno entonces jajaja –dijo riendo
No sé por qué impulso saqué el chocolate que tenía en mi bolsillo y se lo entregué.
–No debiste hacer eso. –dijo ella– Yo dije una tontería, pero tú no debías hacer otra. Mira, vamos a compartir el chocolate por la mitad.
En ese momento llegó la chica con el cambio, me lo entregó y se quedó mirando a la mujer que me daba un trozo.
–Ahh qué bonita pareja, –exclamó la vendedora– se encontró con su mujer y están compartiendo el chocolate.
–No es mi mujer. No la conozco para nada y ese era mi chocolate.
–Está bien, no discutamos, –dijo ella– tú invitaste el chocolate, entonces yo invito el café. Una taza de café para los dos. ¿Aceptas?
–¿Partirás por la mitad una taza de café? –le pregunté.
–No, la robaré después que tomemos café. Tú debes robar tu propia taza.
–¿Y para qué voy a robar una taza de café? –respondí
–Para que no tomes café de la mía cuando estemos en casa.
Nunca supe qué sucedió con ese témpano de hielo que se lanzó a la deriva al Mar de Drake, aunque sueño con que llegó a alguna isla polinésica para ser partido en dos por una muchacha que quería beber leche de coco acompañada.
Por mi parte aún recuerdo ese día en que me volví ladrón de tazas y soñador. El problema es que en las tardes, después de un café, cuando a escondidas trato de morder un trozo de chocolate, ella siempre me descubre y me lo quita de la boca.