No sabes cuantos poemas
me han venido hoy en cascada.
Si, de todos,
los dragones negros vueltos filósofos.
Los demonios vueltos gaviotas.
Los corderos perdidos vueltos pararrayos
Tambien los de pies helados
por el rocío en los senderos
y los de ojos sin párpados
por seguirle norte a las estrellas.
Todos ellos venían
en horda de duendes
rompecadenas.
No he escrito ninguno.
No por pereza.
Los he dejado libres
Sin clavarlos a papel o pared.
No me pertenecen.
Ni yo les pertenezco.
Y así me sucede
como el cristal de una ventana
que no posee ni el jardín
ni el árbol.
Y el jardín y el árbol
quizás nunca sabrán
que alguna vez
fueron imagen en un cristal.